Un enigma leopardiano
El 24 de julio de 1823 escribió Leopardi en sus cuadernos (luego titulados Zibaldone di pensieri) que el canto firme es como la prosa de la música y el canto figurado, como la poesía lo es de la música. Esta diferencia acredita que Leopardi sabía algo de nomenclatura musical. Más aún: que conocía el punto donde se puede fijar el definitivo confín entre la música antigua, inmemorial, y la moderna, escrita.
En efecto, el cantus firmus o cantus simplex planus es lo que en español llamamos canto llano y que tanta herencia literaria ha cosechado por lo denso de su semántica. Del canto llano habla Maese Pedro en el Quijote y hasta Jean Cocteau denomina así uno de sus poemarios, Plein chant, canto plano a la vez que pleno.
La otra opción es el cantus simplex figuratus, o sea la melodía que, en vez de ser expuesta llanamente por sus distintas notas y los intervalos indispensables que las separan y las vinculan, se estructura en distintas duraciones. El figurado es la escritura moderna, con compases y figuras, donde cada nota tiene un valor de duración. Estrictamente, sin estas figuraciones no hay fraseo ni, mucho menos, cantos a varias voces.
Sin embargo, la materia prima del asunto sigue siendo el canto llano, la elección de las notas que se despliegan en melodía y se sostienen en armonía, que es el despliegue horizontal, puesto en pie y en vertical. Ahora bien: ¿por qué Leopardi hace prosaico al firme y poético al figurado? Sin duda, porque supone que la prosa no tiene medida previa sino que la alcanza al escribirse, en tanto la poesía, en tiempos de Leopardi, cuando se le exigía metro y rima, sí cumplía exigencias formales previas, lo mismo que la música figurada, que tiene una medida de compás, clave y barras de separación.
Queda flotando otra cuestión: cuando la prosa se escribe ¿no tiene figuras musicales como la poesía? La prosa leopardiana las tiene, mal que le pese al gran poeta. Con lo cual tendríamos elementos musicales en el cañamazo del lenguaje verbal, en prosa o en verso. Y es eso lo que Leopardi nos sigue diciendo: el verbo es música perdida en la semántica y es música recuperada en la poesía, sea prosaica o poemática.