Dirigir: instrucciones de uso
Hay directores de orquesta que tienen un atractivo especial porque además de ser buenos profesionales son también buenas personas. Ya se sabe que lo primero no tiene por qué ir ligado a lo segundo y los que –aparentemente y quiera Dios que para siempre- nos hemos librado del fetichismo o del culto a la personalidad lo sabemos muy bien y nos importa menos. Aún recuerdo los comentarios a algunas de las cosas que decía Norman Lebrecht en El mito del maestro por parte de esa crítica musical que no consentía entonces –ni consiente ahora aunque sea desde sus propias cenizas- que sus ídolos puedan ser gente poco recomendable. El caso es que Leonard Slatkin (Los Angeles, 1944) es un estupendo director de orquesta y un tipo excelente. De él acabo de leer uno de los mejores libros que se hayan escrito nunca sobre su oficio: Conducting Business. Digo sobre el oficio, no sobre la técnica, aunque haya análisis y consejos que tienen que ver con ella. Un oficio que se contempla aquí desde el aprendizaje en la familia –era hijo de Felix Slatkin, el gran violinista fundador del Cuarteto de Hollywood- hasta los fiascos inesperados –el desencuentro con la siempre complicada Angela Georghiu y su salida de La Traviata del MET- pasando por la importancia de tener buenos maestros, saber de todo o calibrar cómo influyen las cuestiones privadas mal resueltas en el rendimiento artístico. Todo ello organizado como una suerte de entretenidísima autobiografía deliciosa de leer para el profesional de la música y para el aficionado que quiera saber qué hay más allá de lo que se ve –de ahí el subtítulo: Unveiling the Mystery behind the Maestro.
O más acá, como, por ejemplo, cómo planear un viaje –hasta la maleta- y cuál es la mejor manera de firmar un contrato como director invitado, cómo organizar los ensayos o a qué hora conviene comer cuando se tiene que dirigir por la tarde. Slatkin ha tenido siempre un punto muy mediático y es un experto en la música norteamericana. Amigo de Leonard Bernstein, le tocó dirigir en Nueva York el concierto de homenaje tras su muerte. Como en los Proms londinenses una Last Night tristísima después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Allí pudo comprobar el camino que va de la piedad a la estupidez crítica. También cuenta en su libro las relaciones con un músico tan difícil como Elliott Carter y piensa que, a fin de cuentas, el público europeo es más conservador que el americano. Especialmente aleccionador es el relato de su predecible infarto en 2009. Al salir del hospital, le dijo Carlo Maria Giulini: “Está bien que la música sea parte de tu vida pero no que tu vida dependa de la música”. Fuera fetiches. Hoy, con la lección aprendida, Slatkin es el director de la orquesta de una ciudad en bancarrota: la Sinfónica de Detroit.
Leonard Slatkin: Conducting Business. Amadeus Press, Milwaukee, 2012. 312 páginas.